
Cuando piensas en un campeón, ¿te visualizas a ti como uno? Esa es la pregunta de hoy. Piensa en esto: ¿te consideras un ganador? Lo sé, es difícil considerarse un ganador. Pues normalmente utilizamos ese concepto en el contexto de una competencia. Primero hay que ganar para entonces llevarse el premio. Pero nosotros, ¿dónde competimos? ¿Cuándo competimos? ¿Por qué competimos? Todas esas preguntas llegan a nuestra mente y decimos: Pues no, yo no estoy compitiendo con nadie ni por nada. Ni siquiera practico deportes. Pero quiero compartir contigo las palabras de Pablo a los corintios en el capítulo 9 de la primera carta:
¿No saben que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero sólo uno obtiene el premio? Corran de tal modo que ganen.- 1 Corintios 9:24
Pablo les dice a todos los lectores de su carta que corran de modo que ganen. La realidad es que nadie compite para perder. Todos competimos para ganar. Nos encanta ganar. Incluso he escuchado decir que la victoria se saborea. ¡Pues seguro que si! Ser ganador es un deleite. Pero, ¿sabes qué? Hay una verdad que es muy simple y sencilla. Para ser un ganador no podemos rendirnos. Rendirse está prohibido, hay que llegar al final de la carrera.
avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús.- Filipenses 3:14 (NTV)
Quizás todavía no entiendes. Te lo voy a explicar mirando el ejemplo de Jesús. Él no se rindió. Tomó su cruz, aún sabiendo de antemano lo difícil que sería. Pero sabía que tendría una victoria maravillosa. Esa es la clave. No podemos perder de vista la meta. Cada uno de nosotros puede ser un ganador porque Jesús ya obtuvo esa victoria por nosotros. Ten presente todos los días de tu vida que Jesús nunca se rindió y, por tanto, nosotros tampoco nos rendiremos. Seguiremos corriendo hacia Él, ¡siempre!
Verdad de la Semana:
Los campeones no se rinden.
Amén siempre corriendo hasta ganar el gran premio de la vida eterna amen