top of page

Una relación compartida

  • Foto del escritor: CDA Lares
    CDA Lares
  • 9 sept
  • 2 Min. de lectura
ree
Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. Así manifestó Dios su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo único al mundo para que vivamos por medio de él.- 1 Juan 4:7-9 NVI

Tener comunión (koinonía) con Dios es tener una relación personal e íntima con Él. Todos nos acercamos a Dios individualmente en un momento determinado. En cierta forma, vamos solos. Pues establecer una relación personal con Dios es una decisión personal, una elección. Nadie puede tomar esa decisión por nosotros. Pero no acaba ahí. Una vez nos acercamos a Dios, nos unimos a Él. Nos convertimos en un miembro de su familia.

Es imposible tener una relación personal con Dios, sin relacionarnos con otros creyentes. Nuestro ejemplo es el amor de Cristo expresado en la cruz. Cuando amamos a otros permitimos que Cristo los ame a través de nosotros.


Cristo nos mostró que estar cerca del Padre significa compartir el amor del Padre por otros. Tal vez te guste vivir aisladamente, pero no puedes hacerlo si quieres crecer en una relación con Dios. Una relación personal no es sólo saber acerca de Él, es formar parte de Él, de sus pensamientos, de su corazón, de su amor sacrificial. Los que aman a Dios se amarán mutuamente. En Efesios 4 muestra a cada hijo de Dios como miembro del cuerpo de Cristo. Cada parte tiene una función. Todo creyente juega un papel diferente en la iglesia, el cuerpo de Cristo. Cuando cada parte contribuye lo suyo, todo el cuerpo se beneficia. Si no nos relacionamos y nos servimos mutuamente, no estamos completos. Nos necesitamos unos a otros. Podríamos pensar que somos independientes, que no necesitamos a nadie para nada. Pero a medida que vamos creciendo en conocimiento de Dios y vamos teniendo una relación íntima con Él, vemos que no es así.


Pablo nos dice en Efesios 5:21: Someteos unos a otros en el temor de Dios.  (RVR-60) El mensaje es muy claro, conocer a Dios y su amor significa que vas a servir a otros en amor y sumisión. Cuando tenemos una (koinonía) comunión íntima con Cristo se nota, somos transformados desde adentro hacia afuera. El cambio se refleja en el buen trato y la unión con los demás. Si los creyentes lográramos desarrollar una relación de koinonía, de comunión con Dios, todos estaríamos unidos. Cuando confiemos en Dios y obedientemente sirvamos a los demás, descubriremos en lo más profundo de nuestro corazón la rectitud, la sabiduría y el poder del amor de Cristo. La enseñanza es bien clara: la unidad en la Tierra es posible, si quienes la procuran están unidos a Dios.

Verdad de la Semana:

Somos una familia en y por Cristo.

Comentarios


bottom of page