Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo. Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento.- Lucas 23:55-56 (RVR-60)
Luego de la muerte de Jesús, los discipulos se dispersaron. Hasta ese momento habían sido testigos de las maravillas de su Maestro, pero entonces llegó la noche del viernes. Llegó un momento en el que su testimonio no parecia tener sentido. Todo lo que creían, aunque seguía siendo cierto, ya no parecía tener sentido. Sin Jesús, no parecía haber razón para seguir hablando. Los testigos tuvieron que pasar una noche silenciosa. No había motivación para anunciar lo que habían aprendido, ni siquiera se les permitia ir a honrar a la persona que habían perdido. Sólo podían mezclar sus lágrimas con los unguentos que preparaban para el domingo.
Los testigos cuentan lo que han visto cuando perciben que vale la pena, pero siempre llega el momento donde parece que no pasa nada con nuestro testimonio. Todos pasamos por noches de silencio, todos los testigos atravesamos momentos donde necesitamos a otro testigo que nos recuerde que la noche no va a durar para siempre. Pero Jesús lo sabía, y se los había adelantado a sus discipulos: No os dejaré huérfanos (Juan 14:18). El maestro habia provisto consuelo para esas noches silenciosas, sólo que ellos no lo entendían todavía. La Palabra habla de Jesús como el testigo fiel (Apocalipsis 1:5; Apocalipsis 3:14)
En nuestros momentos mas difíciles, Jesús mismo es nuestro testigo, recordándonos las maravillas que ya ha hecho por nosotros, y las que seguirá haciendo. Su Espiritu Santo testifica a nuestra alma, que la noche no es eterna, que el domingo llegará, y nuestra misión nunca será en vano. No importa lo que enfrentemos en nuestra vida, Jesús siempre estará ahi para dar testimonio a nuestra alma de que él no nos abandona, aun en nuestra noche más oscura.
Verdad de la Semana:
Jesús es nuestro testigo fiel.
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