
“Sus Mensajeros”
Y el Espíritu y la Esposa dicen: «¡Ven!» Y el que oiga, que diga: «¡Ven!» Y el que tenga sed, que venga; y el que quiera, que tome gratuitamente del agua de la vida.- Apocalipsis 22:17 (RVC)
La enseñanza fue una parte tan importante del ministerio de Jesús que enseñó en el área del templo incluso durante la última semana de su vida. Allí, Jesús contó una parábola sobre un banquete de bodas que presentaba una imagen del reino de Dios. (Mateo 22:1-14) En esta historia podemos imaginarnos a Dios mismo como quién nos invita a una fiesta. El hecho de que Dios nos invite es un misterio, y un privilegio, asombroso.
Supongamos que oyes hablar del compromiso de un amigo para casarse. Felicitas a la pareja con mucha emoción. En los próximos meses te cuentan sus planes y sus preparativos. Sin embargo, nunca mencionan si estás invitado a la boda. Piensas que quizás vas a recibir una invitación por correo, pero no llega nada. A las pocas semanas de la boda, crees que la falta de invitación es un descuido. Aún así, en las conversaciones con ellos, cortésmente no lo mencionas. Pero después de que el día de la boda llega y se va sin invitación, llegas a la conclusión de que te quedaste afuera. Eso puede doler mucho. Al menos hasta que te enteras de que sí estabas invitado, pero la invitación no llegó. ¡Imagina las consecuencias para ese mensajero que no hizo su trabajo!
En las palabras finales de la Biblia, Dios extiende su invitación a todos. Por su Espíritu Santo dice: "¡Ven!" A través de la iglesia también dice: "¡Ven!" Todos están invitados, pero si la invitación no llega pierden mucho más que un banquete, ¡se les va la vida en esto! Su salvación está en juego. La iglesia debe invitar a los pérdidos a participar de la asombrosa gracia de Dios. No debemos preocuparnos por quién aceptará o rechazará la invitación. Nuestro papel es amarlos lo suficiente como para invitarlos. ¡Y la invitación es no sólo para ir a una boda, sino para ser la novia! No debemos ser egoístas, debemos compartir el privilegio y dar de gracia la invitación que por gracia recibimos.
Oración:
Señor, ayúdame a ser un mensajero diligente. Guíame hacia personas a las que puedo invitar a una vida plena contigo, por el poder de tu amor. Recuérdame que tu no haces acepción de personas, y que tu gracia es tan grande que hay lugar para todos. En el nombre de Jesús, amén.
Durante este mes ora:
Para que los corazones de las personas estén listos para recibirle. (Apocalipsis 3:20)
Para que se presenten ocasiones en que podamos compartir la invitación. (2 Corintios 5:19-20; Colosenses 4:3)
Para que el Señor envíe más personas a esparcir el evangelio. (Mateo 9:35-38)
Para que Dios ilumine a esta generación y vean su necesidad de un Salvador. (2 Corintios 4:3-4)
Para que Dios ponga las palabras en tu boca y te de la valentía de hablar. (Efesios 6:18-20)
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