Camino a la Acción
- CDA Lares
- hace 14 minutos
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»Por lo tanto les digo: No se preocupen por su vida, ni por qué comerán o qué beberán; ni con qué cubrirán su cuerpo. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Por lo tanto, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas.- Mateo 6:25RVC
Una amiga me dijo una vez algo como: “¡Que hipócritas somos los padres muchas veces! Decimos que daríamos la vida por nuestros hijos, sin embargo, no somos capaces de llevar una relación cordial con la expareja, por el bien de ellos. No somos capaces de trabajar menos horas para compartir con ellos.” En fin, de la boca para afuera alegamos amar, pero nuestra conducta dice lo mucho que nos falta. Eso mismo hacemos en muchos ámbitos de nuestra vida. Queremos tener buena salud, pero somos incapaces de dejar de comer lo que nos hace daño. Queremos ahorrar, pero sin renunciar a los caprichos. Queremos enfocarnos en la Palabra de Dios, pero no podemos levantarnos más temprano para estudiarla. Queremos, queremos, queremos, pero vivimos atados a hábitos que sólo nos generan ansiedad y no nos dejan avanzar. Hábitos que nos hacen esclavos; que toman nuestro tiempo, esfuerzo, dinero, y si no reflexionamos sobre ello pueden quedarse con nuestra propia vida.
En Juan 10:10, Jesús nos dice que vino para que tuviéramos vida en abundancia. Pero, definamos abundancia. Podemos definirlo como “mucho de algo”, pero la realidad es que la abundancia implica plenitud. Entonces vida en abundancia es una vida plena. Jesús vino a darnos esa vida. De manera que no podremos obtenerla sin la presencia de Jesús en nuestra vida. Pensarás, “por supuesto, todo creyente sabe eso”. Pero, ¿lo practicas? Ese es nuestro gran problema. Entendemos que no congregarnos es un mal hábito, pero si tengo que trabajar dejo de congregarme. Decimos, “estoy tan agradecido por el trabajo, Dios es tan bueno”; pero a la hora de ser generosos con el dinero entonces hay que pensarlo. Podemos estar toda la noche nombrando hábitos que nos alejan de la plenitud que Jesús vino a darnos, pero sin acción no hay cambio. Decir es fácil, actuar es lo difícil.
Piensa por un momento, ¿qué hábitos te alejan de la plenitud de Dios? Es necesario identificar como inviertes tu tiempo y recursos para determinar qué está ocupando el primer lugar en tu vida. Te sorprendería lo lejos que pueden estar tus palabras de tus acciones. La buena noticia es que estás vivo y hay oportunidad de reflexionar y corregir. No desperdicies más el tiempo, los recursos y talentos que Dios te ha regalado. No permitas que esos malos hábitos te alejen del propósito de Dios para tu vida. Solo tú puedes identificar aquellos hábitos que te alejan de su propósito para ti. Solo tú eres capaz de tomar acción. Pero recuerda, necesitas al Espíritu Santo para lograrlo. Pidele que escudriñe tu corazón y escucha su voz corrigiéndote con amor. Entonces estarás preparado para abandonar esos hábitos tóxicos que te alejan del propósito de Dios. Escudriña Su Palabra y ponla en práctica, aun en las “pequeñas” cosas de tu vida. Entonces predicarás con tu ejemplo y tus palabras no serán necesarias.
Verdad de la Semana:
La ayuda del Espíritu Santo alínea nuestras acciones y palabras.
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