
Un mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Como los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto conocerán todos que son mis discípulos: si tienen amor los unos por los otros.- Juan13:34-35 (RVA)
Hoy día la palabra amor se ha distorcionado de forma tal, que la escuchamos por todas partes. Cotidianamente se escuchan expresiones como: “amo esta comida”, “esta marca de teléfono o de carro”, “esta ropa”, etc. Pero, ¿y qué es el amor? En nuestro diario vivir se utiliza la palabra “amo” para describir algo que nos gusta mucho. Pero el amor es mucho más complejo que simplemente decir, “me gusta”. Si eres creyente quizás te apresuras a decir: Bueno, Dios es amor y sin conocer a Dios es imposible amar. Esa es una gran verdad; pero como hijos de Dios, ¿estamos viviendo esa verdad? ¿Entendemos qué significa?
En una sociedad movida por el sentimiento, hemos aprendido a tomar decisiones, sólo porque “me gusta”. Y bajo esa premisa podemos decir con mucha facilidad, “amo mi iglesia”. Pero, ¿de verdad amas tu iglesia? Esa comunidad de fe donde Dios te ha colocado, ¿qué significa para ti? ¿Es un lugar donde vas 2 o 3 días de la semana, compartes con la gente que conoces, y luego te regresas a tu casa tal como llegaste? Peor aún, ¿te regresas a tu casa con algunas quejas adicionales del hermano que te dijo algo que no te gustó? ¿O del que, a tu juicio, se comportó de forma equivocada? ¿O del director que te asignó una tarea que no es la que te gusta realizar dentro del ministerio?
Una vez escuché a un predicador decir, que si encontrabas la iglesia perfecta seguramente dejaría de serlo el día que llegaras tú. Y es que lejos está cualquier comunidad de fe de ser perfecta, pero aun así Cristo la consideró suya. Tan suya como para morir por cada uno de sus miembros, redimirles del pecado y arrebatarlos de la muerte eterna. Imagínate, el único Dios verdadero que ha sido, es y será eternamente. El dador de la vida, quien entregó la suya para pagar la deuda de nuestro pecado, nos dejó un nuevo mandamiento: amarnos. Suena más fácil de lo que es. Pero, ¿por qué amarnos?
Simple, porque es la forma en que podemos demostrar que somos sus discípulos. Precisamente porque amarnos requiere un verdadero encuentro con el Padre. Requiere entender que, a pesar de nuestras carencias y de estar lejos de la perfección, somos Su Iglesia. Comprada a precio de sangre, llamados a proclamar las virtudes de aquél que nos llamó de las tinieblas a la luz (1Pedro 2:9). Entonces, “amo mi iglesia” porque amo al Padre. Y ese amor que profesamos será la clave para arrebatar las almas de las garras del infierno y traerlas a la luz admirable. La luz del Hijo, que nos redimió con Su sangre, nuestro Señor y Salvador, Cristo Jesús. A Él sea el honor, la gloria y la honra, por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Verdad de la Semana:
Su amor nos da fuerzas para amar.
IGLE-CHALLENGE
El amor de Cristo nos lleva a amar, demostrémos ese amor. Piensa en una persona que aún no conoce al Señor y ora por ella esta semana. Luego invitala a compartir con tu familia el Iglecasa Unidos la próxima semana.
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