Entonces el rey David se presentó delante del Señor, y dijo: «Señor y Dios, ¿quién soy yo, y quién es mi familia, para que me hayas traído hasta aquí? ¡Y aun esto te ha parecido poco, Dios mío! Tú, mi Señor y Dios, hablas en futuro de la casa de tu siervo, y me ves como si fuera yo un hombre excelente.- 1 Crónicas 17:16-17 (RVC)
John Newton (1725-1807) fue un comerciante de esclavos, conoció la gracia de Dios bajo una tormenta en alta mar. Esto lo llevó de un pasado vergonzoso, a escribir uno de los
himnos más cantados en Estados Unidos, Sublime Gracia (Amazing Grace). Luego de dejar atrás aquel pasado oscuro, dedicó su vida a servir a Dios como pastor e hizo grandes obras en favor de los menos afortunados. Entre estas obras, se encuentra su lucha por la abolición del comercio de esclavos africanos dentro del Imperio Británico. Sueño que llegó a ver hecho realidad antes de partir con el Señor.
Cuando Newton se disponía a presentar el himno Sublime Gracia por primera vez en
la iglesia que pastoreaba, se dice que hizo referencia al texto de 1 Crónicas en su
sermón. Definitivamente tanto Newton como el Rey David conocieron y vivieron la
gracia de Dios. Entendiendo que no eran merecedores de tanto amor, pero que tal
como dice el salmista “Dios los vio como si fueran excelentes”, aunque no lo eran. De
igual forma el Padre ha mirado a cada uno de sus hijos con el más grande amor,
otorgándonos un perdón y favor inmerecido. Entonces, como dice el Apóstol Pablo
“¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande?” (Hebreos 2:1-4)
El gran mito que ha creído la humanidad, es pensar que somos buenos. Pero la
realidad es que nada bueno hay en nosotros. Pero, ¿acaso crees que Dios no lo sabía
cuando envió a Su Hijo Jesús a morir por la humanidad perdida? No dejes que Satanás te golpee con tu pasado, arruinando tu presente en Cristo. Si bien es cierto que no tenemos nada bueno de que jactarnos, no es menos cierto que Jesús pagó nuestra deuda con la sangre brotada en la cruz del Calvario. De manera que párate firme en la gracia de Dios y procura que cada fruto que des le glorifique. No porque tus “buenas obras” puedan comprar la salvación, sino porque reconoces que sin Su gracia jamás hubiese sido posible conocer y servir al Padre. Vive consciente de ello y no pierdas el tiempo en obras que no glorifiquen Su nombre. Más bien, que cada una de nuestras acciones testifiquen de la sublime gracia de nuestro Señor.
Verdad de la Semana:
Su gracia es mi única bondad.
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