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  • Foto del escritorCDA Lares

Ocupado vs Productivo; ¿Qué dice la Biblia?



En la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30) un hombre rico le da dinero a sus siervos para que lo inviertan mientras él vuelve de un viaje. Aunque dos de los siervos hicieron como se les pidió, hubo uno que no obedeció las órdenes y por esto fue castigado. Sin embargo, en esta historia hay una verdad que con frecuencia pasamos por alto, el principio de la productividad. En el versículo 26 el hombre rico llama al siervo “malo y perezoso”, pero ¿era el siervo realmente perezoso? ¿O poco productivo?


Aunque el texto no nos explica quiénes eran estos siervos, sabemos que debían tener alguna responsabilidad o trabajo específico a cada uno. Debido a que eran siervos y no jornaleros, podemos asumir que tan pronto se levantaban en la mañana tenían una larga lista de quehaceres que cumplir. Ahora su señor se disponía a hacer un viaje largo, dejándolos en la casa, ¿significaba esto que tenían vacaciones mientras su amo regresaba? Por supuesto que no, no había vacaciones para un esclavo; y los quehaceres diarios, aunque quizás fueran distintos durante la ausencia de su señor, debían continuar. Después de todo, la casa y propiedades de su amo debían ser mantenidas.


Si esto es cierto, significa que cuando su amo los llamó para entregarles el dinero y pedirles que hicieran negocios con él, en realidad les estaba añadiendo un trabajo más, no relevándolos de sus otras responsabilidades. De forma que ahora los siervos debían cumplir con sus obligaciones regulares y, además, encontrar buenas oportunidades de negocios dónde invertir el dinero de su amo. Sabemos también que el hombre rico repartió el dinero conociendo la capacidad de cada uno, por lo que su idea no era abrumarlos dándoles una tarea que no pudieran cumplir. Entonces, ¿qué ocurrió con este siervo? ¿Decidió tomar una siesta todo el tiempo? Seguro que no, pero sí se desenfocó.


El ejemplo más famoso de desenfoque lo encontramos en Lucas 10:38-42, en la historia de Marta y María. Donde Marta está afanada con muchos quehaceres mientras María escucha a Jesús. ¿Era María una perezosa que aprovechó la visita del maestro para librarse de los quehaceres ese dia? Seguro que no, pero supo reconocer que el Maestro era la prioridad en ese momento. Jesús no estaría en su casa todos los días. Los quehaceres, por otro lado, nunca acabarían. Y aunque era importante hacer las tareas del hogar (buena mayordomía), ese dia Jesús tenía la prioridad, las tareas se harían después. María supo reconocer el principio de la productividad: estar ocupado no es lo mismo que ser productivo.



La biblia no hace ningún llamado a ocuparnos, por el contrario, si nos pide que no nos afanemos. No obstante, si nos manda en varias ocasiones a ser productivos, o ser fructíferos. Esto nos deja saber que podemos estar ocupados sin producir ningún fruto, y es importante estar alerta ante esta situación. No porque ocupemos nuestro tiempo en varias tareas durante todo el dia significa que hemos producido algo. Por el contrario, sí es posible obtener fruto aún con menos esfuerzo . Esto fue lo que el siervo negligente no entendió.


Es bastante seguro pensar que el siervo, luego de enterrar su parte del dinero, continuó con los demás quehaceres como de costumbre y continuó trabajando en la casa de su amo hasta que este regresó. Cuando su dueño regresó, este no lo llamó perezoso por no haber hecho nada durante ese tiempo, el problema del hombre rico era que este siervo había hecho todo excepto la única cosa que se le había pedido.


A pesar de que el siervo sí debía cumplir con sus responsabilidades regulares como siempre, la única instrucción que su amo le había dado al partir era multiplicar su dinero. Es muy posible que su señor le hubiera perdonado algún quehacer que estuviera atrasado si eso significaba que había cumplido con lo encomendado; a pesar de que precisamente pensando en su capacidad para resolverlo todo le había asignado la cantidad más pequeña y, por lo tanto, la más fácil de multiplicar. El siervo tenía la capacidad de manejar todo esto, pero se asustó y decidió que ni siquiera lo intentaría. Por eso su amo lo llamó perezoso, porque no estuvo dispuesto siquiera a esforzarse.


De la misma manera, nosotros debemos ser cuidadosos cuando escogemos las prioridades de nuestro dia. Con frecuencia estamos muy ocupados, pero ¿hay fruto de nuestro trabajo? Recordemos las palabras de Jesús en Mateo 7:21-23, “No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre.” La gran diferencia se encuentra en si estamos ocupados haciendo lo que creemos que debemos hacer, o si estamos ocupados haciendo lo que sabemos que Dios nos mandó a hacer.


La mayoría de los padres, si le pidieran a su hijo hacer algo y su hijo hiciera todo excepto lo que se le pidió estarían molestos. Pero cuando nos comportamos de la misma manera con Dios queremos que Él nos excuse porque lo que hacíamos era “bueno”. Pero, ¿qué tan “bueno” es realizar una acción que no se nos encomendó mientras ignoramos un mandato directo? Eso es desobediencia. Debemos tener cuidado a la hora de decidir si algo es bueno o malo, sabemos que nuestra capacidad de juzgar lo bueno es nula, por eso dependemos del Espíritu Santo. Pregúntele a él, él está más que dispuesto a dirigirle.


En la porción de Mateo 7 vemos como varias personas argumentan: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?”. Todas estas cosas son buenas y, sin embargo, Dios declara que no los conoce y los llama malvados. El versículo anterior nos dice el porqué, “No todo… sino el que hace la voluntad de mi Padre.” Tener un ministerio poderoso nos puede dar mucha gloria delante de los hombres, pero si lo que hacemos no está alineado a la voluntad de Dios no estamos cosechando ningún fruto. No se trata de ser el mejor, sino de ser obedientes.


Con frecuencia escuchamos mensajes que nos hablan acerca del afán y podemos distinguir fácilmente entre los quehaceres del mundo y lo espiritual, y esto es bueno. Pero, ¿Qué ocurre cuando la línea no es tan clara? ¿Qué pasa cuando debemos escoger entre dos cosas que son “buenas”? ¿Qué pasa cuando dedicamos años de nuestra vida a un ministerio incorrecto (de manera consciente) sólo porque las exigencias de este ministerio se ajustan mejor a nuestras agendas personales que las responsabilidades del ministerio que Dios nos ha ordenado? Tengamos mucho cuidado, la zona de comodidad puede ser un área muy peligrosa que inhiba nuestro crecimiento y reprima nuestra capacidad de ser fructíferos. Y tengamos en cuenta que toda rama que no da fruto será cortada (Juan 15:1-2). No producir puede parecer muy cómodo, hasta que llegue el momento de la poda. Es por esto que debemos buscar la comodidad espiritual antes que la física.


Si estamos atentos al Espíritu, notaremos que una zona de comodidad física nos produce incomodidad en nuestro espíritu, incomodidad causada por lo que ya habíamos mencionado, la imposibilidad de crecer y producir. Dios nos diseñó para crecer y ser fructíferos, nuestro espíritu está cómodo cuando puede desarrollarse y producir, incluso cuando esto conlleva esfuerzo. Pero estamos felices al llevar a cabo ese esfuerzo, porque es para lo que nacimos. Es allí donde podemos multiplicar los talentos que nos fueron entregados, y cuando nuestro Señor vuelva podrá ver el fruto que hemos producido y escucharemos las palabras: “Bien hecho, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.”


Por el contrario, si estamos en un lugar de comodidad física, pero no diseñado para nosotros pronto sentiremos los efectos en nuestro espíritu. Estaremos en un lugar donde probablemente no podemos utilizar nuestros dones y talentos; esto impedirá que los desarrollemos y, por lo tanto, que podamos dar fruto en ese lugar. Aunque humanamente nos sintamos bien, pronto nuestro espíritu notará que algo anda mal.


Ya que no estamos siendo productivos, sentiremos que lo que hacemos no es suficiente y comenzaremos a tratar de hacer más cosas para compensar este sentimiento. Comenzaremos a cargar nuestro dia con actividades que parecen ser buenas pero que, si no escuchamos al Espíritu, no nos llevarán a nada. Ahí es cuando empieza el afán y la ansiedad, y comenzamos a quejarnos de cuán ocupados estamos todo el tiempo. Sin embargo, no tenemos gozo en lo que hacemos. Es porque estamos en el lugar equivocado, estamos muy ocupados (demasiado), pero no estamos siendo productivos.


Por eso debemos tener cuidado a la hora de elegir en qué invertimos nuestro tiempo. Es por esto que existe el principio de Pareto (la regla del 80/20); podemos ocupar nuestro dia tratando de hacer el 80% de las cosas que sólo nos producen el 20% del fruto, o podemos establecer prioridades y dedicar nuestro dia a realizar el 20% de las tareas más importantes que nos producirán el 80% del fruto.


Nuestro tiempo en esta tierra es límitado, no podemos desperdiciarlo en aquello que no produce fruto. Especialmente si ya Dios nos ha dado instrucciones de lo que debemos hacer. Recordemos Filipenses 4:13 “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Pero no para hacer todo lo que yo quiera, sino para llevar a cabo todo aquello que Dios me encargó. Pero si para cuando decidimos realizar la tarea ya estamos cansados por haber trabajado todo el dia en cosas que no nos correspondían no llegaremos muy lejos.


Por esto es necesario pedir sabiduría y discernimiento al comenzar el dia. No redactemos nuestra propia agenda esperando que Dios la bendiga y luego nos quejemos porque estamos muy cansados. Deje que sea Dios quien le de la agenda del dia y cumpla con ella. Si Él se lo pidió, Él lo respaldará y le dará la gracia para realizarlo todo en su tiempo. Y recuerde que Dios no necesita su fruto, todo lo que Dios le encarga es para su propio bien. Él quiere que usted viva una vida llena de gozo y bendición, una vida que usted pueda amar; no una vida de afán interminable, amargura y queja, sino una vida fructífera. Pero esto sólo es posible si estamos atentos a la voluntad de Dios y somos siervos obedientes.

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