Entonces David consultó a Dios, y le dijo: «¿Debo atacar a los filisteos? ¿Los entregarás en mi mano?» Y el Señor le dijo: «Atácalos, que yo los entregaré en tus manos.» … Pero los filisteos volvieron a extenderse por el valle, así que David volvió a consultar a Dios, y Dios le dijo: «No los ataques de frente, sino rodéalos, para que los ataques frente a las balsameras. Así, cuando oigas un estruendo por las copas de las balsameras, lánzate a la batalla, porque yo saldré delante de ti y heriré al ejército de los filisteos.»- 1 Crónicas 14:10; 13-15 (RVC)
La vida de un cristiano está llena de batallas. Sin embargo, no todas las batallas son iguales. Por lo que debemos ser sabios a la hora de luchar, y consultar a Dios para pedir instrucciones. David ya había sido ungido como rey, pero Saúl aún estaba en el trono. El reinado de David estaba garantizado, pero antes, el futuro rey debía pelear muchas batallas. La batalla siempre antecede a la bendición, pero David no iba solo al campo de batalla. Vemos que en la misma porción consultó a Dios dos veces para pedir instrucciones acerca de qué hacer y cómo proceder en la batalla. Es lamentable que muchos cristianos no sean tan sabios a la hora de pelear sus batallas. La Palabra dice que el pueblo perece por falta de conocimiento (Oseas 4:6) y muchos son los que han perdido una batalla por no saber cómo deben lucharla.
Aunque mucho se habla de pelear la batalla de rodillas (en oración) debemos tener cuidado a la hora de elegir nuestras batallas, pues no todas son nuestras. El primer error que podemos cometer cuando vamos a la guerra, es pensar que todas las batallas son iguales. Esto revela nuestra ignorancia y falta de estrategia; pues no hay dos batallas iguales, aunque siempre luchemos contra el mismo enemigo. David reconoció que las instrucciones que Dios le había dado en la primera batalla, no necesariamente serían válidas para la segunda. Así que preguntó y no es sorpresa que recibiera instrucciones diferentes. Contamos con un general experto en batalla, a quién no le son ajenas las artimañas del enemigo. Entonces, ¿por qué no tener una junta antes de ir al campo de batalla?
Con frecuencia pensamos que debemos luchar contra el diablo constantemente. Aunque es bueno reconocer esa parte de nuestra realidad, debemos ser más estratégicos. Nuestra supervivencia depende de ello. No debemos olvidar que, no importa la batalla, no podemos ganarla en nuestras propias fuerzas. Ni desarrollar una estrategia con nuestro intelecto. Nuestra energía es limitada. Como humanos, nos desgastamos fácilmente. Si no administramos nuestra energía con cuidado, podríamos caer exhaustos en medio de una batalla. Y aunque nuestro Padre siempre correrá dispuesto a ayudarnos a renovar nuestras fuerzas, para ser aprobados debemos ser más sabios.
No todas las batallas nos corresponde lucharlas a nosotros. Por lo que sería imprudente que pretendamos ser los “soldados estrellas” de nuestro ejército. No debemos desperdiciar nuestra energía luchando una batalla que no nos corresponde, sólo para estar exhaustos cuando Dios si decida llamarnos al campo de batalla. Veamos la siguiente porción:
Un día, Débora mandó llamar a Barac hijo de Abinoán, quien era de Cedes de Neftalí. Cuando Barac llegó, ella le preguntó: «El Señor y Dios de Israel te ha dado una orden, ¿no es verdad? Te ha dicho: “Ve y reúne a tu gente en el monte de Tabor. Toma diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón. Yo voy a hacer que Sísara, el capitán del ejército de Jabín, vaya al arroyo de Cisón con sus carros y su ejército, y allí lo entregaré en tus manos.”»- Jueces 4:6-7 (RVC)
Dios le había ordenado a Barac que fuera a la batalla. Esta lucha no era opcional, sino que Barac debía alistarse de inmediato para ir al campo de batalla. Barac debía luchar esta batalla. Barac no podía quedarse sentado esperando que Dios hiciera todo el trabajo. Aunque Dios le daría la victoria, él y su ejército debían marchar y pelear. Veamos una porción diferente:
Pero Moisés le dijo al pueblo: «No tengan miedo. Manténganse firmes, y vean la salvación que el Señor llevará hoy a cabo en favor de ustedes. Los egipcios que hoy han visto, nunca más volverán a verlos. Quédense tranquilos, que el Señor peleará por ustedes.»- Éxodo 14:13-14
Los israelitas acababan de salir de Egipto y se hallaban ante el Mar Rojo cuando el ejército de faraón los alcanzó. Sin embargo, Dios no dio instrucciones para que los hombres se alistaran para la batalla. Por el contario, dijo que Él pelearía por ellos. Y así fue, Dios detuvo al ejército de faraón con su propia mano mientras los israelitas escapaban por medio del Mar Rojo.
Ahora piensa por un momento que los israelitas hubieran decidido luchar en esa ocasión. Probablemente habría sido una catástrofe. Mujeres y niños en medio de una batalla donde varios hombres resultarían heridos o muertos sólo porque decidieron luchar una batalla que Dios no les había mandado. Muchos cristianos hoy en dia no son diferentes. Ven un problema y deciden en su mente que van a luchar esta batalla, en sus propias fuerzas, y sin pedir instrucciones al Señor. Luego se encuentran exhaustos y desgastados y se preguntan por qué.
La verdad es que nunca pidieron instrucciones. Lucharon en sus fuerzas una batalla que no les correspondía. Y cuando se encontraron exhaustos, no pudieron luchar sus propias batallas cuando el Señor los llamó. Si fuéramos más sabios al escoger nuestras luchas, siempre estaríamos listos cuando Dios nos llamara al campo de batalla. La Palabra dice que Dios renueva nuestras fuerzas, pero estudiemos con cuidado este texto y las condiciones para ello:
Da fuerzas al cansado y le aumenta el poder al que no tiene vigor. Aun los muchachos se fatigan y se cansan; los jóvenes tropiezan y caen. Pero los que esperan en el SEÑOR renovarán sus fuerzas; levantarán las alas como águilas. Correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán. - Isaías 40:29-31 (RVA-2015)
No son los que deciden pelear en sus fuerzas quienes verán sus energías renovadas, sino los que esperan en el Señor. Los que como David piden instrucciones antes de lanzarse a la batalla. Los que esperan que el Señor vaya delante de ellos. Los que siguen las instrucciones del General y no tratan de usurpar Su lugar en la estrategia. Hay batallas que le pertenecen al Señor. Y si intentamos lucharlas, sólo nos desgastaremos innecesariamente. No se trata de esperar que Dios resuelva todos nuestros problemas, sino de escuchar atentamente esperando Sus instrucciones. Seamos sabios y pidamos la guía del Espíritu antes de luchar, pues sólo Él sabe dónde nos necesita y cuándo debemos esperar en Él.
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