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  • Foto del escritorCDA Lares

No Temas Dar Fruto

Después llegó otro empleado y dijo: “Señor, yo sé que usted es un hombre muy exigente, que pide hasta lo imposible. Por eso me dio miedo, así que envolví el dinero en un pañuelo y lo guardé.- Lucas 19:20-21(TLA)

Nuestra relación con Dios es individual y única. Todos somos diferentes, pues El nos ha creado así. Entonces, ¿por qué comparar nuestra relación con la de otros? Más aún, ¿por qué comparar nuestro fruto con el ajeno? Nuestra relación con Dios nos lleva a crecer, nuestros encuentros diarios con El a dar fruto. Pero, con frecuencia, comparamos nuestro fruto con el de los demás en la misma forma en que comparamos nuestra relación. Medimos nuestro tiempo de oración con el de otros, nos sentimos intimidados si alguien afirma haber leído la Biblia completa, y pensamos que algo anda mal si no podemos levantarnos de madrugada para estudiar. Este mismo pensamiento nos lleva a cuestionar nuestro fruto. ¿Será suficiente? ¿No se ve tan impresionante como el de fulano? ¿Estará Dios enojado conmigo por un fruto tan pequeño? Entonces podemos tomar la actitud del siervo y esconder lo que tenemos. Tenemos tanto miedo de dar un mal fruto que simplemente no damos fruto en absoluto. Hemos entendido la severidad de Dios, pero nos falta conocer su bondad.


La relación de Dios con cada uno de sus hijos será distinta, pero distinta no significa menos profunda. Quien ora por media hora puede hacerlo con la misma intensidad que el que ora medio dia, sólo Dios conoce la sinceridad del corazón. Además, nuestra relación con Dios cambiará con los años. Un matrimonio recién casado no piensa que sea un fracaso por que su nivel de intimidad no es el de una pareja de 50 años. Nadie debe juzgar tu relación con Dios, sólo El, y El está feliz de que te acerques. De la misma forma, Dios no espera que nuestros primeros frutos sean como aquellos de un creyente veterano. El sólo está feliz de por fin ver nuestros primeros frutos. Es igual que el padre que ve a su niño caminar por primera vez. El padre no juzga su falta de balance, ni las veces que el niño cae. El sólo celebra cada paso. Aún hay mucho que mejorar, pero habrá tiempo para eso, y el padre lo asistirá en cada etapa del camino.


De esa misma forma, Dios se emociona por nuestro progreso. El no pretende pedirnos más de lo que podemos dar según nuestra etapa, sólo espera que seamos obedientes. Nuestro fruto mejorará con los años. Y si un fruto no es muy bueno, Dios está ahí para podarnos y darnos una oportunidad para intentarlo de nuevo. Así que no temas dar fruto, Dios está feliz con tu obediencia. Sólo debemos encargarnos de buscarlo y seguirlo, y El se encargará de perfeccionar nuestro fruto.

 

Verdad de la Semana:

Dios se deleita en nuestro progreso.

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