La mente, un terreno que hay que nutrir
- CDA Lares
- 15 abr
- 2 Min. de lectura

“Llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.”- 2 Corintios 10:5
La edafología es la ciencia que estudia la composición, estructura y fertilidad del suelo. Para los agricultores, esta ciencia es fundamental. Porque saben que una buena cosecha no depende sólo de la semilla. Sino también del terreno en que se siembra. Un suelo pobre, contaminado, o descuidado, por más buenas semillas que reciba no producirá fruto. Así es también nuestra mente. La Biblia nos enseña que el campo del alma necesita ser renovado y transformado para dar frutos dignos del Espíritu (Romanos 12:2). Pero, ¿cómo está el “suelo” de tu mente?
Todos hemos pasado por momentos en los que nuestra mente nos ha jugado una mala pasada. A veces creemos en pensamientos que no vienen de Dios, ideas distorsionadas que se han infiltrado sin que lo notemos. Recuerdo aquellas imágenes visuales de antes, que requerían mirar fijamente para poder ver la figura oculta. Había que desenfocar la vista de lo evidente para que se revelara la imagen verdadera. Así también debemos examinar nuestra mente: con detenimiento y esfuerzo, buscando discernir el origen de nuestros pensamientos.
La Palabra nos enseña claramente que debemos llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo. (2 Corintios 10:5) No todo lo que se cruza por nuestra mente es verdad. No todo lo que sentimos es real. Necesitamos filtrar cada pensamiento a través de la Palabra, sujetarlo a Cristo y reemplazar la mentira con la verdad. Una mente como la de Cristo no se forma de la noche a la mañana. Como un buen terreno, necesita cuidados.
Primero: remover piedras (pensamientos tóxicos, mentiras del pasado, traumas sin sanar)
Segundo: añadir nutrientes (oración, Palabra, comunión, silencio con Dios)
Tercero: controlar la maleza, cuidar lo que consumes, lo que piensas, con quién te rodeas.
Y cuarto: cultivar con intención, elegir meditar en lo bueno, lo justo, lo amable y lo verdadero (Filipenses 4:8).
Cristo tenía una mente firme, compasiva, y enfocada en la voluntad del Padre. Vivía con propósito, y no se dejaba arrastrar por las emociones ni por la opinión pública. ¡Su mente era un terreno fértil, lleno de verdad y gracia! En casa, tengo la costumbre de preguntarle a mis hijos, además del típico “¿cómo estás?”, algo más profundo. “¿Cómo está tu salud emocional? ¿Cómo está tu corazón?”. Doy importancia a aquello que muchas veces callamos y no se ve a simple vista.
Un día, mi hijo mayor —un adolescente— me sorprendió preguntándome: “¿Y tú, cómo estás emocionalmente? ¿Cómo está tu corazón?”. Me quedé asombrada, pues esa suele ser mi pregunta. Pero su gesto me mostró que él ya es consciente de la necesidad de cuidar su mente y su corazón. Y también me recordó el privilegio y la responsabilidad que tenemos de sembrar en otros. Porque sembrar, sí es una opción. Pregúntale hoy al Señor: “¿Qué parte de mi mente necesita ser tratada como un suelo que ha perdido su fertilidad?” Empieza a nutrir tu mente con Su Palabra, y verás cómo comienza a dar fruto a su tiempo.
Verdad de la Semana:
Cultiva una mente como la de Cristo.
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