
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia y mediante la resurrección de Jesucristo nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, para que recibamos una herencia incorruptible, incontaminada e imperecedera.- 1 Pedro 1:3-4 (RVC)
La mayoría de nosotros cuando pensamos en una herencia solemos pensar en dinero o bienes materiales. Sin embargo, entre las definiciones que podemos encontrar para el término herencia, el diccionario de la RAE presenta una que llama mi atención. Lo define como rasgos morales, científicos, ideológicos, etc. que, habiendo caracterizado a alguien, continúan advirtiéndose en sus descendientes. O sea que, no sólo dejamos a nuestra decendencia bienes materiales, sino también bienes no materiales. Bienes que no se pueden comprar con dinero. A propósito, ¿sabías que las deudas también se heredan? Esa parte no nos gusta, ¿verdad? Heredar deudas no es nada satisfactorio. ¿Qué yo tenga que pagar el dinero que disfrutó mi antepasado, cuando yo ni siquiera usé un sólo centavo? No es justo. Entonces pensemos, ¿es justa la herencia que estoy dejando a mis hijos, amigos, hermanos, etc.?
Dios nos ha hecho el gran regalo de la salvación. Una herencia que costó la vida de nuestro Señor Jesucristo. Si has aceptado a Jesús como tu Salvador, y reconoces que Él resucitó de los muertos para darte vida eterna, tu has sido llamado hijo de Dios. Como hijo deberías procurar tener una relación con Él y conocerle de manera tal que otros puedan ver en ti los frutos de Su Espíritu. Así dejarás la mayor herencia que puedas soñar para tus hijos: el conocimiento de quién es Dios. Reflexiona por un momento, ¿estás dejando a tu familia un legado de confianza en Dios? ¿Ven tus hijos cómo oras a Dios en medio de la prueba, o sólo ven cómo pretendes manejarlo todo en tus propias fuerzas? ¿Ven tus hijos como administras correctamente el ingreso que Dios te ha permitido recibir, o ven en ti un derrochador que nunca llega a fin de mes? ¿Ven tus hijos el respeto por los hermanos de tu comunidad de fe, a pesar de las discrepancias que pueda haber, o sólo escuchan cómo levantas chisme de tu hermano? ¿Ven tus hijos como honras a tus padres y suegros, o sólo ven la queja constante sobre ellos?
Hermanos, un árbol de quenepas no da limones. Si la herencia que estás dejando a tus hijos con tu conducta no refleja tu amor y obediencia a Dios, no esperes que ellos sepan quién es ese Dios que ni tú mismo conoces. No esperes que tu conducta sea el puente que los lleve al Padre, cuando ellos ni siquiera pueden decir quién es el Dios de sus padres. La buena noticia es que aun estás a tiempo. Mientras tu Creador te conceda vida, puedes tomar la decisión correcta de conocer genuinamente a tu Señor y no sólo de oídas. Piensa, ¿qué legado he de dejar a los míos cuando ya no esté aquí? ¿Es ese legado incorruptible, o sólo les dejo mis deudas emocionales para que ellos se hagan cargo? Si ese es tu caso recapacita. Acude a tu Padre en lo secreto y pide Su ayuda para enmendar el camino trazado hasta ahora. Parafraseando al profeta Isaías, Jehová puede derramar aguas sobre la tierra seca y árida, derramar Su Espíritu sobre tus generaciones y traerles bendición.
Verdad de la Semana:
Lo que siembres, es lo que segarás.
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