Los hijos de Dios se dejan guiar por el Espíritu de Dios. El Espíritu que ustedes han recibido ahora no los convierte en esclavos llenos de temor. Al contrario, el Espíritu que han recibido los hace hijos. Por el Espíritu podemos gritar: "¡Querido padre!"- Romanos 8:14-15 (PDT)
Una anécdota cuenta que un niño abordó un avión sólo, llamando la atención de todos. Mientras coloreaba, no presentaba rasgos de ansiedad ni nerviosismo al despegar el avión. Durante el vuelo hubo mucha turbulencia, incluso hubo una sacudida muy fuerte. Todos estaban muy nerviosos, pero el niño mantuvo la calma en todo momento. Hasta que una mujer frenética le preguntó si no tenía miedo. A lo que el niño contestó: "No señora, mi padre es el piloto.”
Como cristianos deberíamos ser así. Una vez Dios llega a nuestras vidas, deberíamos ser capaces de ponernos en sus manos y seguir su guía. Sin embargo, esto no suele ser así. Con frecuencia queremos ser backseat drivers y aunque digamos que El guía, pretendemos darle direcciones de a dónde queremos ir desde nuestro asiento. Esto se debe muchas veces a que tenemos miedo. Vivimos en un mundo donde tantas personas pueden intentar aprovecharse de nosotros que tenemos miedo de confiar ciegamente. Ese temor y desconfianza no se van sólo porque conocimos a Cristo, sino que toma tiempo trabajar con el. (1 Juan 4:17-19) Pero una vez comprendamos cuánto Dios nos ama, no tendremos necesidad de desconfiar pues sabemos que El cuida de nosotros.
Cuando conozcamos en profundidad el amor de Dios, podremos ser como ese niño que permanecía confiado a travás de las turbulencias de la vida. Pues su confianza no estaba puesta en la seguridad del avión, ni siquiera en la habilidad de la tripulación. Su confianza estaba puesta en el amor de su padre, quien haría lo imposible para evitar dejarlo caer. El no conocía el destino, ni sabía cómo sería el trayecto. Sólo sabía una cosa: era su padre quien estaba al mando y eso sólo podía significar seguridad.
Verdad de la Semana:
Su amor ahuyenta el temor.
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