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Foto del escritorCDA Lares

Caminante, no hay camino; se hace camino al andar.



¿Qué papel nos corresponde en el cuerpo de Cristo? ¿Cómo encontrarlo? ¿Acaso estamos calificados para ello? ¿Qué debo hacer mientras espero las respuestas a estas preguntas? La mayoría de nosotros nos hemos hecho estas preguntas en algún momento de nuestra vida, pero, ¿cómo encontrar las respuestas? Puede que sea más fácil de lo que usted se imagina, después de todo, si Dios quiere que hagamos Su voluntad, no la esconderá de nosotros. La ironía de esta situación es que no sabremos cuál es el camino hasta que comencemos a caminar. ¿Por qué? Porque es una cuestión de fe.


Con frecuencia pretendemos poner nuestra vida “en pausa” mientras averiguamos cuál es el plan de Dios para nuestras vidas. Sin embargo, es posible que si hacemos esto nos quedemos estancados en lugar de encontrar las respuestas que estamos buscando. Tomemos como ejemplo a Abraham. Dios le dijo que debía salir de su tierra porque Él tenía una nueva tierra para él, pero no le dijo dónde era, ni tampoco le dio un mapa. (Génesis 12:1-9) Aún así Abraham hizo algo impactante, recogió todas sus pertenencias, alistó a su familia y a sí mismo y comenzó a caminar. ¿Pero a dónde! Seguramente Abraham tenía tanta fe en Dios que sabía que si tomaba una dirección incorrecta Dios se lo haría saber y él podría corregir el rumbo, de lo contrario Dios permanecería en silencio y eso probablemente significaba que iba en la dirección correcta.


Pocos de nosotros tenemos la fe que tenía Abraham en Dios, lo que nos deja saber cuál es nuestro primer problema: no tenemos una relación cercana con Dios. Abraham era tan cercano a Dios que es conocido como “el amigo de Dios” (Isaías 41:8; Santiago 2:23). Si nosotros tuviéramos una relación tan cercana con Dios como la de Abraham, tendríamos la misma confianza que él tuvo de levantarse y caminar sin saber a dónde. Abraham no sabía hacía dónde se dirigía, pero Dios sí sabía y Dios iba con él. Para Abraham, esto era suficiente. Cuando tenemos a Dios de nuestro lado, tenemos todo lo que podríamos necesitar en el camino.


Cuando los israelitas salieron del desierto iban con Dios y Él era todo lo que necesitaban. Dios era su dirección, su provisión y su protección. Mientras siguieran a Dios no tendrían ningún problema, incluso cuando llegaron al Mar Rojo, Moisés le preguntó a Dios qué debían hacer, y Dios simplemente le dijo que caminaran (Éxodo 14:13-16). Dios no abrió el mar para entonces decirles que marcharan, ellos marcharon y Dios abrió el mar; se llama caminar por fe, no por vista. Josué presenció lo mismo cuando debieron cruzar el río Jordán. El agua no se detuvo hasta que los sacerdotes pusieron sus pies en el agua (Josué 3:14-17). De esa misma forma debemos caminar en nuestra vida, pero, ¿cómo podemos aplicar esta verdad a nuestro ministerio? Seguramente Dios nos revelará primero nuestro llamado para entonces pedirnos que caminemos.


En realidad no, lo descubrimos en el camino. Si ponemos atención a la Palabra, notaremos que ninguna de las personas que fueron llamadas por Dios estaban sentados esperando una revelación. Ellos estaban ocupados trabajando, y Dios los interrumpió. Dios no puede interrumpir tu vida si tu vida está “en pausa”, así que te sugiero que busques algo en qué ocuparte. Pero, ¿cómo encontrarlo? La respuesta no se encuentra afuera, sino dentro de ti.



La Palabra dice que Dios nos ha dado dones y talentos a todos para la edificación del cuerpo (1 Corintios 12:4-7). Significa que hay algo especial que Dios ha depositado en ti y que nadie más puede hacer cómo tú lo puedes hacer, sólo debes descubrirlo. ¿Cómo descubrimos nuestros dones y talentos? La Palabra también dice que Él produce en nosotros “el querer y el hacer por su buena voluntad” (Filipenses 2:13).


Significa que Él ha puesto en nosotros el deseo de hacer aquello para lo que nos ha capacitado. Entonces, ¿sólo debemos pensar en qué nos gustaría hacer y hacerlo? En realidad sí, siempre y cuando cumpla con dos reglas: primero, no debe ir en contra de la Palabra, y segundo, debe ser de edificación para el cuerpo. Significa que podemos hacer lo que sintamos en nuestro corazón siempre y cuando no sea pecado, y beneficie a los demás, no sólo a nosotros mismos.


Por ejemplo, si deseo dar clases a los niños de la iglesia la Biblia dice que hay que instruir al niño en sus caminos (Proverbios 22:6), así que esto es un deseo que está de acuerdo a la Palabra. ¿Beneficia a alguien este servicio? Desde luego, a los niños y a sus padres, incluso a los demás maestros que podrían necesitar ayuda con este trabajo. Entonces ese deseo está de acuerdo con la escritura y edifica al cuerpo, ¡pues adelante! ¿Será la voluntad de Dios? Bueno, si Él puso el deseo en ti y te ha dado el don de enseñanza podemos asumir que sí. Y si luego el desea llevarte a otra posición, Él te lo dejará saber y abrirá las puertas.


¿Significa eso que estoy llamado a ser líder en el ministerio de niños? Es muy pronto para saberlo, pero si no comienzas nunca lo sabrás. Tampoco subestimes lo que puedas aprender durante ese tiempo. Pedro fue pescador toda su vida sin saber que sería llamado a ser “pescador de hombres” (Mateo 4:18-20). Moisés fue pastor de ovejas sin saber que Dios le llamaría a pastorear su pueblo. Sólo Dios conoce todas las etapas de nuestro camino, y por lo general sólo nos revela un paso a la vez, pero esto es más que suficiente para que caminemos por fe.


Veamos un ejemplo de algo que no es la voluntad de Dios. Si yo deseo trabajar en la administración de la iglesia para tener acceso a ese dinero y tomar un poco todos los meses, esto es robar y estaremos en contra de la Palabra. Si yo deseo cantar con el ministerio de adoración, pero sólo porque quiero que los demás me admiren, estoy lleno de orgullo y no puedo hacer esto. A veces el pecado no está en lo que hacemos, sino en por qué lo hacemos.


Debemos tener mucho cuidado de que nuestra motivación sea pura cuando comenzamos algo. Pero si tenemos el deseo de hacer algo para la gloria del Señor, en obediencia, y para ayudar a los demás, podemos estar seguros de que ese es el camino que debemos tomar en ese momento. Y debemos confiar en que Dios se encargará de dirigirnos en todo momento desde ahí en adelante.


Pero, ¿qué ocurre si soy nuevo en la iglesia y aún no tengo ningún don o no lo he descubierto? Tranquilo, el Espíritu Santo te ayudará a descubrirlo y puedes pedirle sabiduría cuando la necesites y Él te la dará (Santiago 1:5). Recuerda que si tienes a Dios contigo tienes todo lo que necesitas, y sí no estás seguro acerca de tus dones no te preocupes, el Dador de Dones vive dentro de ti (Santiago 1:17). Sólo pide y Él te dará (Mateo 7:7).

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