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  • Foto del escritorCDA Lares

Amigo en el Dolor

Jehová lo sostendrá en el lecho del dolor; ablandará su cama en la enfermedad.- Salmos 41:2-4 (RVR-95)

En Lucas 10:25-37 leemos una de las parábolas de Jesús. En ella un hombre va por el camino, pero es atacado por unos ladrones que lo golpean, le quitan todo lo que posee y lo dejan herido en el camino. El hombre permanece tirado en el camino y herido; hasta que un samaritano se acerca. Éste limpia y venda sus heridas, lo lleva a un lugar seguro, lo acuesta en una cama y cuida de él durante días hasta que se recupera. La parábola del buen samaritano con frecuencia es utilizada para mostrarnos cómo debemos comportarnos con las personas que nos rodean, mostrándoles la misma misericordia que Dios nos mostró a nosotros. Pero con frecuencia olvidamos que nosotros mismos fuimos ese hombre herido al que Jesús salvó.


Nosotros también llegamos al mundo y comenzamos a vivir nuestra vida, hasta que el enemigo llegó a atacarnos, nos hirió y nos robó. Nosotros también yacíamos heridos y destrozados en la vida, hasta que Jesús nos encontró y se apiadó de nosotros. Sin embargo, aunque leemos la historia en un momento, el proceso de sanidad del hombre tomó un tiempo. De la misma manera, nuestro proceso de sanidad tampoco es instantáneo en el momento en el que recibimos a Jesús. No todas las heridas se ven, algunas de las heridas que el enemigo ha causado están en nuestra alma y toma más tiempo sanarlas. Aunque con frecuencia esperamos una sanidad instantánea, esta parábola nos muestra que Jesús es nuestro amigo no sólo en la sanidad, sino también en medio del dolor.


En la misma forma en que el samaritano cuidadosamente limpió y curó las heridas del enfermo, Jesús nos ayuda a limpiar nuestras heridas. Con el mismo cuidado venda nuestras heridas y permanece a nuestro lado mientras nos recuperamos. Él es el amigo que acomoda nuestra almohada, aquél que nos arropa cuando tenemos frío, quien sostiene una toalla fría en nuestra frente si tenemos fiebre, y aquél que no duerme en toda la noche por velar nuestro sueño. No importa si nuestro dolor es físico, emocional, o espiritual, Jesús siempre va a estar allí confortándonos en medio de nuestro dolor. Sin importar el día ni la hora, podemos confiar en que cuando el dolor parece demasiado para soportar Jesús está sosteniendo nuestra mano.

 

Verdad de la Semana:

Jesús es el bálsamo para nuestras heridas.

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