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  • Foto del escritorCDA Lares

A Dios orando, y con el mazo dando.

Actualizado: 4 jul 2021


¿Alguna vez tuvo que hacer un trabajo en grupo mientras estaba en la escuela o la universidad? Seguro que sabe que muchas veces esos trabajos en grupo son realizados por una sola persona. Incluso en el ambiente laboral esto ocurre. El jefe pide un proyecto y lo último que sabe es que se debe quedar despierto hasta altas horas de la noche terminando el trabajo que le correspondía hacer a los demás. Es frustrante y molesto, pero, ¿se ha preguntado alguna vez si nosotros somos así con el Señor? Vemos una necesidad en nuestra comunidad, algo que se debe hacer y cuando nos damos cuenta estamos orando pidiéndole al Señor que haga algo en lugar de hacerlo nosotros mismos.



Pensemos en esto, ¿cuántas veces hemos visto un anuncio de un hospital de cáncer que pide donaciones y en lugar de sacar nuestra tarjeta de crédito le pedimos a Dios que provea? ¿Qué tal si Dios quiere proveer a través de usted? ¿Qué tal si usted es la respuesta a la oración de esos padres? Puede que alguien piense: “No me gusta donar dinero porque hay organizaciones que lo roban.” Bueno, pues entonces vaya personalmente al hospital y aporte artículos de primera necesidad, ore por esos padres, léale un cuento a los niños, done su tiempo.


¿Acaso alguna vez hemos visto un deambulante en la calle y le hemos pedido a Dios que toque su vida? ¿Cómo lo hará Dios si no vamos y oramos por él? Verá, cuando Dios nos permitió permanecer en esta tierra luego de ser salvos lo hizo con un propósito. Él dijo vayan y hagan discípulos (Mateo 28:19). Él nos dejó para que fuéramos sus manos en esta tierra, somos sus representantes, sus socios, y como tal hay una parte de la obra que nos toca a nosotros. Orar nunca es malo, pero, ¿será que escondemos nuestra pereza detrás de una oración? Miremos el siguiente versículo:


Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncien los hechos maravillosos de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. – 1 Pedro 2:9

Nos gusta leer este versículo porque vemos nuestra posición en Cristo. Somos escogidos, sacerdotes, santos; pero no para hacer nada. Debemos anunciar las maravillas de Dios, en otras palabras, fuimos escogidos para trabajar. Nuestro espíritu lo sabe, por eso al ver la necesidad nuestro corazón se conmueve, pero nuestra carne es perezosa. Entonces oramos, y automáticamente nos sentimos tan espirituales. Nuestra carne le dice al espíritu: “estoy bien, porque vi una necesidad y oré al respecto.” Pero pudimos haber hecho más y no lo hicimos.


La oración es la herramienta que tenemos para pedirle a Dios que intervenga cuando no podemos hacer nada. Pero si comenzamos a pedirle a Dios que realice aquellas cosas que nos corresponden a nosotros no estamos siendo buenos socios. No estamos siendo buenos líderes. Un líder debe estar listo para hacer aquello que puede hacer, y listo para orar por aquello que no puede lograr. Dios y nosotros somos un equipo, unidos por la causa común de alcanzar el mundo para Él. Observemos la siguiente porción de Lucas:


Después de esto, el Señor eligió a otros setenta y dos, y de dos en dos los envió delante de él a todas las ciudades y lugares a donde él tenía que ir. Les dijo: «Ciertamente, es mucha la mies, pero son pocos los segadores. Por tanto, pidan al Señor de la mies que envíe segadores a cosechar la mies. Y ustedes, pónganse en camino. Pero tengan en cuenta que yo los envío como a corderos en medio de lobos. – Lucas 10:1-3

Hay demasiadas verdades en esta porción, así que vayamos poco a poco. Vemos que el Señor escogió a 72 personas y los envió a distintas ciudades. Aquí vemos el primer punto, que ya habíamos mencionado: cuando Dios te escoge, es para trabajar, no para que te quedes sentado. Segundo, dice que Él los envió delante de él a los lugares donde Él tenía que ir. Punto #2, cuando Dios te envía a un lugar a cubrir una necesidad es porque Él ya va de camino, tú debes preparar el camino para Él. En la misma manera que Dios envió a Juan el Bautista a preparar el camino de Jesús, Dios nos envía a preparar el terreno para que cuando Él aparezca pueda hacer la obra sin mayor oposición. Dios no nos necesita para hacer la obra, sin embargo, Él decide darnos la oportunidad de que formemos parte de lo que Él quiere hacer. ¿Qué debemos hacer? Sigamos leyendo.


Les dijo: «Ciertamente, es mucha la mies, pero son pocos los segadores. Por tanto, pidan al Señor de la mies que envíe segadores a cosechar la mies. Y ustedes, pónganse en camino. Es curioso que Jesús, acabando de escoger a 72 personas, lo primero que les dijo era que había pocos obreros. Para la mente humana esto no tiene sentido, 72 personas que iban delante de Él, que probablemente fueron escogidas de entre cientos de personas que allí se encontraban, y Jesús dice “somos pocos”. Además, Jesús no podía estar en todas las aldeas al mismo tiempo, entonces ¿qué ocurría?



En primer lugar, vemos que los planes de Dios siempre son más grandes de lo que podemos imaginar. Dios nunca piensa en pequeño, Él quiere ir más allá. En segundo lugar, vemos una urgencia. Jesús quería alcanzar a muchas personas, y quería alcanzarlas pronto. Creo que muchas veces no somos conscientes del poco tiempo que tenemos para realizar la obra que el Señor nos ha encomendado, y de lo urgente que ésta es.


Además de esto, creo que Jesús se encontraba frustrado por su propia humanidad. Vemos un Dios omnipotente y omnipresente, que puede hacer lo que Él quiera en cualquier momento con sólo decir la Palabra y que puede estar en todas partes al mismo tiempo. Pero de repente se encuentra en un cuerpo humano y sólo puede estar en un lugar a la vez antes de ir al próximo y sabía que tenía poco tiempo antes de tener que ir a la cruz. Se da cuenta entonces que debe delegar algunas tareas para poder alcanzar más personas. Pero cuando busca a las personas se da cuenta de que sólo 72 de cientos, o miles, le sirven. Sí, eran muy pocos los obreros para la gran obra que Jesús quería hacer.


Entonces Jesús les da una clave, les dice que oren para que Dios envíe más personas. No les dijo que oraran para que Dios hiciera la obra, Dios la iba a hacer, les dijo que oraran por más personas que participaran de la obra que ya Dios iba a hacer. Entonces les dijo algo más: “Y ustedes, pónganse en camino.” Jesús les dijo que oraran, pero no les dio permiso para detenerse mientras lo hacían. Pídanle a Dios, pero sigan caminando. Nuestro error no está en orar, sino en no hacer nada más que orar. Jesús les dijo pidan, pero pónganse en camino. Oren, pero no dejen de hacer lo que les toca. Ustedes no pueden cambiar los corazones de las personas para que se unan a la obra, pero Dios sí. Pídanle a Dios que toque el corazón de más personas para que se unan a la obra, pero mientras tanto vayan y sigan trabajando. Hay mucho trabajo por hacer, no podemos detenernos.


Orar es bueno, la Biblia nos manda a orar en todo tiempo, pero no podemos limitarnos a eso. Debemos orar para que Dios haga cómo Él quiera, pero seguir trabajando en lo que nos encomendó. Pero, ¿qué nos encomendó exactamente? Cuando Jesús los envió les dio varias instrucciones acerca de lo que debían hacer y cómo comportarse, pero vayamos al versículo 9:


Sanen a los enfermos que allí haya, y díganles: “El reino de Dios se ha acercado a ustedes.” – Lucas 10:9

Dios nos ha enviado a hacer muchas cosas mientras estemos en este mundo (Mateo 25:35-36) pero todo lo que nos toca hacer se puede resumir en este anuncio: “El reino de Dios se ha acercado.” Nuestro trabajo como enviados del Señor es ayudar a establecer el reino de Dios en la tierra. ¿A qué me refiero con esto? A que debemos hacer todo lo que podamos para que se haga Su voluntad en la tierra, en la misma manera que se hace Su voluntad en el cielo. Por eso Él nos dijo que no éramos de este mundo (Juan 15:19) y que no debíamos conformarnos (comportarnos) como los que son de este mundo (Romanos 12:2).


El mundo no debe influenciarnos, nosotros debemos influenciarlos a ellos (Jeremías 15:19), debemos ser luz. Debemos hacer todo lo que podamos para mostrarle al mundo cómo es el reino de Dios y esto sólo se logra amando a Dios y al prójimo y siendo compasivo como Jesús lo fue. Si hacemos esto, podemos estar seguros de que el Señor vendrá detrás de nosotros y tocará los corazones de las personas para que puedan unirse al reino. Pero esto sólo es posible si hacemos lo que nos toca; del resto, se encargará Dios.

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