En el momento en que aceptamos a Cristo como nuestro Señor y Salvador, pasamos a ser hijos de Dios y nuevas criaturas. Pero, además, el apóstol Pedro también nos recalcó que debemos CRECER espiritualmente, en gracia y conocimiento.
“Más bien, crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¡A él sea la gloria ahora y para siempre! Amén.”- 2 Pedro 3:18 (NVI)
Crecer espiritualmente es dar frutos. Desde el inicio de nuestra vida espiritual comenzamos a dar fruto, y así debe ser hasta que lleguemos a la meta. Mateo 3:8 dice:
“Produzcan frutos que demuestren arrepentimiento.” Debemos dar frutos dignos de arrepentimiento, demostrando que hemos nacido de nuevo. Pues arrepentirse, significa que cambiamos nuestra vida. Asi que debemos reflejar el fruto del Espíritu Santo. Pero sólo cuando dejemos que Dios moldee nuestro carácter empezaremos a crecer y madurar.
“En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas.”- Gálatas 5:22-23 (NVI)
Debemos dar fruto en todo lo que hagamos, eso le muestra a los demás que somos diferentes a los del mundo. Crecer espiritualmente es depender de Dios. Crecemos cuando buscamos la dirección de Dios en cualquier circunstancia, cuando confiamos que Dios nos dará lo que necesitamos sin preocuparnos, y cuando tenemos la certeza de que Dios en su soberanía tiene todo bajo control. Es importante crecer espiritualmente y fortalecernos en Dios para poder vencer la tentación, resistir al diablo, y no ser arrastrados por falsas doctrinas. Dios desea que podamos crecer espiritualmente para dar buen fruto que le honre. Y lo logramos cuando aprendemos a depender totalmente de Él, nos fortalecernos en el Espíritu usando las armas que Él nos ha dado (oración, palabra y ayuno), y evitamos todo aquello que nos estanca en el camino.
Verdad de la Semana:
No hay fruto sin relación.
Comentarios