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Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre ustedes, y me serán testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.- Hechos 1:8 (RVA-2015)
Cuando Jesús habló a sus discípulos de la venida del Espíritu Santo, habló de que recibirían poder. La palabra utilizada fue dynamis, la cual puede traducirse como "poder (milagroso) o hacedor de milagros, habilidad, eficacia, obras maravillosas". Pero no se detiene ahí, dynamis también significa "autoridad, poderes espirituales, poder moral y excelencia del alma". Incluso, un significado extendido es el de "una persona o ser sobrenatural que tiene poder administrativo, un poder que consiste en ejércitos y huestes, o que descansa sobre ellos". Al parecer, cuando Dios envió su Espíritu, no envió cualquier cosa.
Más bien suena como que Dios nos envió un comandante militar de alto rango que nos ayudaría en la labor de establecer el Reino, poniendo a nuestra dispocisión todas las fuerzas del Cielo. Pero también alguien tierno que nos guiaría y nos daría el "poder moral y excelencia del alma" que necesitamos para representar Su nombre dignamente. Cuando no entendemos esto, podemos pensar que estamos solos. Y la encomienda que tenemos delante puede parecer imposible. Pero cuando entendemos quién es el Espiritu Santo, cuál es su poder y su obra en nosotros, y en los que nos rodean, el panorama cambia. Es entonces cuando entendemos que cuando Dios envió al Consolador (Juan 14:26, Juan 15:26), nos dio un gran regalo: todo Su poder.
Verdad de la Semana:
El Espíritu Santo no es cualquier cosa.
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