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Foto del escritorCDA Lares

¡No más!

Y no vivan ya como vive todo el mundo. Al contrario, cambien de manera de ser y de pensar. Así podrán saber qué es lo que Dios quiere, es decir, todo lo que es bueno, agradable y perfecto.- Romanos 12:2

Hábitos, es la manera en que vivimos y que damos por sentado. Aquello que seguimos practicando sea correcto o no, pues familiar o culturalmente es practicado. Una de nuestras costumbres es callar, y hoy quiero que dialoguemos sobre el hábito de callar cuando hay gritos en nuestro interior pidiendo encontrar a alguien con quien desahogarnos. Hace unas semanas escuchaba una predicación de un pastor, en la cual contaba que tenía dos amigos del liderato a quienes llamaba para poder confesarles todo lo que vivía y sentía por dentro. Pero estas personas no tienen permiso para juzgar, sólo para escuchar y aconsejar si él les pide consejo. Estos amigos, que son más que hermanos en tiempos de angustia, lo han acompañado en todo su ministerio.


El confesaba a la congregación que, si el confiara a la iglesia o a los religiosos todo lo que le confiesa a sus íntimos, rompería con todas las expectativas que tiene la congregación de él. Simplemente por el juicio que nos atrevemos a hacer aún cuando en nuestras vidas pasa exactamente lo mismo. También escuché a otro ministro confesar que tiene un amigo al cual llama de vez en cuando y se reúnen para hablar de sus pecados. Puede sonar raro, pero es muy significativo tener con quien compartir nuestros momentos de quebranto y confesiones. Es aquí donde necesitamos un Abisai o un Josué que nos acompañe y nos levante las manos. Alguien que se atreva a conocer nuestras tentaciones, nuestras debilidades y hasta nuestros pecados.

Por eso, confiesen sus pecados unos a otros, y oren unos por otros, para que Dios los sane. La oración de una persona buena es muy poderosa, porque Dios la escucha.- Santiago 5:16

Uno de los privilegios más grande que tenemos es congregarnos. Es donde varias personas imperfectas se reúnen buscando dirección de Dios para traer sus vidas a los pies del Maestro. En este momento le pido a Dios que podamos abrir nuestros corazones y comprender que tenemos en quién confiar y ese es nuestro Salvador. Pero en esta tierra tenemos hermanos de la fe que están dispuestos a caminar con nosotros, llorar, reír, orar y darnos la mano sin juicios. Antes de hacer un juicio, escucha, acompaña y oremos los unos por los otros. Colguemos el habito del juicio y arropémonos del hábito de sincerarnos y orar los unos por los otros.

 

Verdad de la Semana:

Menos juicio y más oración.

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