Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de actividades, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo...Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.-1 Corintios 12:4-6,11 (RVR-95)
En estos dias veía un capitulo de una serie, en donde se contaba la historia de tres hermanos que eran hijos de un herrero. Su padre falleció antes de poder enseñarles su técnica secreta, pero en su testamento parecía haber pistas para que ellos la averiguaran. Los tres hermanos no se llevaban bien, ya que los hermanos mayores tenían envidia de el menor. Pues él era el único que había heredado el talento de su padre para trabajar los metales. Mientras que ellos apenas podían aprender las técnicas por más que se esforzaban. Ellos pensaban que debido a esto su padre quería más al menor, y por eso no se hablaban.
Una vez siguieron las instrucciones del testamento, pudieron descubrir la técnica que su padre había querido enseñarles: una nueva aleación compuesta de tres metales diferentes. Pues ninguno de los metales era suficiente por sí solo. El hermano menor entendió lo que su padre les quiso decir y procedió a explicarselo a sus hermanos. Les contó cómo su padre siempre elogiaba la forma en que el hermano mayor era metódico y preciso en su trabajo, mientras que admiraba en gran manera la facilidad con la que el segundo hermano trataba a los clientes. Les explicó que cada uno era bueno en su área, y que su padre sólo quería que se llevaran bien y que continuaran el negocio juntos. Al final, los hermanos mayores dejaron de intentar ser herreros. El mayor se encargó de la contabilidad, el segundo buscaba clientes nuevos, y el menor elaboraba los pedidos. Cada uno se desempeñaba en su área y trabajaban juntos.
Así somos nosotros. Pensamos que sólo importa el que está al frente, el que predica, o canta. Y nos desgastamos intentando lograr hacer aquello para lo que no fuimos creados, pensando que Dios nos amará más así. Pero la realidad es que Dios no podría amarnos más de lo que ya nos ama, y fue El quien nos dio nuestros talentos conforme a Su sabiduría. No debemos intentar ser nadie más que nosotros mismos. La verdad es que aunque no somos perfectos, El nos hizo perfectos para nuestro propósito. Y nadie es más importante que los demás. Sino que cada uno brilla en su propia área, y todos juntos logramos aquello para lo que Dios nos ha llamado: trabajar en Su Reino.
Verdad de la Semana:
Cada uno es perfecto en su área.
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