“Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.” – Lucas 6:38 (RVR-95)
En este mes de noviembre se celebra el dia de acción de gracias y nuestros corazones y mentes se vuelven hacia la gratitud. Pensamos en las bendiciones de nuestra vida: familia, provisión, salud, amor. Pero la gratitud es más que un sentimiento; es un llamado a la acción. La verdadera gratitud brota de un corazón que está lleno de aprecio por lo que Dios ha hecho. Un corazón agradecido no puede evitar convertirse en un corazón generoso. La generosidad es la expresión activa de un corazón que entiende que ha recibido abundantemente de Dios y desea bendecir a otros en respuesta. Las Escrituras están llenas de ejemplos de generosidad y sus bendiciones. En Proverbios, se nos recuerda que “El alma generosa será prosperada: el que sacie a otros será también saciado.” (Proverbios 11:25). En otras palabras, en el reino la generosidad es como una fuente: cuando damos, creamos una corriente de bendiciones que no sólo toca a los demás, sino que regresa para bendecir nuestras almas.
Dios promete que, al dar, no nos faltará nada, sino que, por el contrario, seremos saciados. Pensemos en la viuda de Sarepta, que compartió su última comida con Elías. De su escasez, dio lo que tenía y Dios la bendijo con más que suficiente para sostenerla a ella y a su hijo. Ella eligió la fe en lugar del miedo, la generosidad en lugar de la supervivencia y, a cambio, experimentó el milagro de la provisión de Dios. Cuando damos, reflejamos el corazón de nuestro Padre celestial, que es el Dador de todo don bueno y perfecto. (Santiago 1:17) También en 2 Corintios 9:7, Pablo dice: “Cada uno dé según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre”. La verdadera generosidad surge de la alegría, no de la obligación. Y en esa alegría, Dios se deleita, bendiciéndonos con su presencia y su favor.
En esta temporada hagamos visible nuestra gratitud a través de nuestra generosidad. Ya sea compartiendo nuestro tiempo, nuestros recursos o un simple acto de bondad. Demos como un acto de adoración, reconociendo que todo lo que tenemos pertenece a Dios. Al dar en abundancia, experimentamos la vida abundante que Cristo prometió, descubriendo que cuanto más damos, más espacio hay para que Dios nos llene de nuevo. Desafiémonos a nosotros mismos en esta temporada: ¿Podemos dar hasta que nos cueste, hasta que cambiemos nuestro enfoque de nuestras propias necesidades a las necesidades de quienes nos rodean? Que nuestra donación sea una ofrenda fragante al Señor, una forma tangible de decir: “Gracias, Señor, por tu bondad hacia mí”. Que vivamos como personas cuyo corazón y manos estén siempre abiertos, dispuestos a dar. Y que al hacerlo, descubramos que las bendiciones de Dios son siempre más que suficientes.
Verdad de la Semana:
Un corazón agradecido es generoso.
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